Cautivados por la Palabra

El libro de la Sabiduría nos ofrece uno de los calificativos más bellos de Dios: «Amigo de la vida». Esta denominación tiene aún más alcance si consideramos que está escrita en un momento en que los judíos de Alejandría son perseguidos por los egipcios paganos. El autor del libro de la Sabiduría está hablando del amor de Dios por todas sus criaturas, por todos los seres humanos, más allá de la perspectiva histórica de la elección del pueblo de Israel.

Podemos definir la filosofía de este libro como un «optimismo radical»: todo es bueno. De esta manera, comprendemos la Sabiduría como comentario al primer capítulo del Génesis: después de cada jornada creativa, Dios contempla lo realizado y ve que es «bueno»; al final, se insiste: «Todo era muy bueno».

Todo lo que existe es bueno, todo lo real está marcado por una bondad estructural. El mal, entonces, es siempre algo secundario, derivado, no propio de la criatura.

Este optimismo radical del autor sabio alejandrino está en la base de su consideración de la misericordia de Dios. El Creador no es bueno y condescendiente por debilidad, sino porque es todopoderoso; el que todo lo puede es magnánimo, puede perdonar, no necesita el castigo de sus enemigos para afirmarse a sí mismo.

Es lo contrario a lo que sucede en nuestro caso: la venganza parece la única medicina a nuestra sensibilidad herida. La misericordia y el perdón, entonces, aparecen como una característica de las personas con alma grande, con hondura, con consistencia.

La actitud de Jesús, que busca al publicano Zaqueo para hospedarse en su casa, debemos relacionarla con esa perspectiva de benevolencia de la que nos habla la Sabiduría. La misericordia de Dios, cuyo principal representante es Jesús de Nazaret, debemos unirla con el poder del Dios creador.

Se ha afirmado, a menudo, que debemos diferenciar entre el Dios de los filósofos y el Dios de Jesús; es posible: habría que ver cuál es el Dios del que habla cada sistema filosófico; pero, desde la perspectiva bíblica, no podemos separar al Dios creador del Dios de Jesús, el Dios universal del Dios de Israel, el Dios todopoderoso del Dios todo-misericordioso.

La misericordia es una característica del poder de Dios; o, al revés, el poder de Dios es una dimensión de su misericordia y su amor. Por eso, la compasión es una condición radical del ser humano, que ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. Por eso, cuanto más débiles somos, cuanto más acomplejados, menos somos capaces de misericordia. La venganza es el camino falso que toma la justicia cuando es sostenida por almas mediocres.

Cuando Jesús entró en casa de Zaqueo, las personas religiosas del pueblo elegido criticaron esa decisión. La comparación, la separación, el juicio, son la única perspectiva posible cuando somos cortos de miras; pero Jesús ha venido a ofrecernos la mirada más amplia de Dios, la perspectiva del Creador, el horizonte sin límites de la misericordia.

¿Quiénes serían hoy Zaqueo? ¿En qué lugares y hogares no se atrevería a entrar nadie, ni siquiera la Iglesia? Zaqueo era un hombre rico y ladrón, a quien el pueblo no quería.

¿Quiénes serían las personas que criticarían hoy la actitud de Jesús y de su Padre, el Creador? Siempre pensamos que son los demás los que no comprenden, los que se equivocan, los que no están del lado de Jesús; pero también nosotros criticamos, también nosotros juzgamos, también nosotros tenemos personas a las que les hemos puesto la cruz de publicanos y pecadores. Nuestras palabras y nuestra acepción de personas nos delatan: Jesús también nos sorprendería hoy.

¿Quién será en nuestros días el representante del Maestro que se atreve a entrar donde nadie llega para llevar allí la misericordia del Padre de todos? ¿Quién será sacramento de la misericordia de Dios, quién extenderá el poder de ese Dios, Amigo de la vida, que ama todo lo que ha creado?

Manuel Pérez Tendero