LA TUMBA DEL AMIGO

Un pozo en Samaría, una piscina en Jerusalén y un sepulcro en Betania: tres lugares fundamentes que marcan los tres domingos últimos de Cuaresma, camino de la Semana Santa. El agua, la luz y la vida: tres símbolos bautismales que nos remiten a la vida de Jesús y nos abren a la verdad sobre el bautismo y la vida cristiana.

El tema fundamental del relato de la resurrección de Lázaro es la vida; es también el tema bautismal elegido para preparar la Pascua: bautizarse es participar de la vida de Dios, resucitar con Cristo, dejar que el pan de vida alimente nuestros cuerpos en camino hacia la meta de la casa del Padre.

Es una de las siete definiciones solemnes que san Juan da sobre Jesús: «Yo soy la resurrección y la vida». Marta escucha a Jesús y cree profundamente en esta verdad del Mesías: él ha venido para que tengamos vida, vida en abundancia.

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UN CIEGO EN GRANADA

Dale limosna, mujer

que no hay en la vida nada

como la pena de ser

ciego en Granada.

Estos versos se pueden leer en la Alhambra de Granada y han pasado a ser patrimonio de la ciudad. Los escribió Francisco de Icaza, poeta mejicano, inspirado por un ciego que le salió al encuentro cuando paseaba con su mujer por la Alhambra.

Siempre es una limitación y una pena tener que convivir con la ceguera, pero parece que lo es más cuando nos impide contemplar la belleza que nos rodea.

Hace muchos años, otro ciego paseaba por otra ciudad, Jerusalén; también él pedía limosna. Los discípulos de Jesús también experimentaron la pena al contemplar a aquel hombre y se preguntaban cuál sería la causa de aquella tragedia.

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LA SED

Hace unos días celebrábamos un Viacrucis cuaresmal por las calles; mientras caminábamos, entre estación y estación, hacíamos silencio y también cantábamos; una canción sonaba especialmente apropiada para aquel pueblo que caminaba en silencio por sus calles: «De noche iremos, de noche, que, para encontrar la fuente, solo la sed nos alumbra, solo la sed nos alumbra». El precioso texto es de san Juan de la Cruz, el gran místico castellano del siglo de Oro.

La paradoja de las imágenes sirve para aumentar la belleza del texto y para darle profundidad: la sed, que pertenece al ámbito de la comida, se aplica a la simbología de la luz. Esta paradoja solo tiene sentido en la dimensión espiritual del ser humano: la sed profunda se convierte en motivación y luz para encontrar el camino que nos lleve a la fuente que pueda saciarnos.

La sed, en este poema, aparece en toda su dimensión positiva: en medio de las noches de la vida, la sed hace posible que encontremos el camino de la fuente, sin perdernos por los oscuros vericuetos de las tinieblas.

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UNA MONTAÑA EN EL DESIERTO

Junto al desierto, el gran símbolo de la Cuaresma es el monte. La semana pasada, la liturgia dominical nos proponía la lectura de las tentaciones de Jesús en el desierto, después de cuarenta días de ayuno; esta semana, la misma liturgia nos propone el monte de la transfiguración como clave para comprender el camino cuaresmal.

 De hecho, en los cuarenta años que Israel tuvo que peregrinar desde Egipto hacia la Tierra prometida, el desierto fue la presencia dominante; pero, en el corazón del desierto, Israel se encontró con un monte, el Sinaí, que cambió el rumbo de su peregrinación. En el corazón del desierto, el pueblo se encuentra con Dios y realiza una alianza que le configurará para siempre.

La montaña de Dios en el corazón del desierto es un símbolo fundamental de la Cuaresma.

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DESDE TIEMPOS DE ADÁN

Conocer a alguien es contar su historia.

Somos tiempo compartido, relaciones que nos configuran, decisiones con sus consecuencias, presencias sobrevenidas; somos memoria exterior e interior de un pasado que nos configura. Nuestros genes son memoria viva de lo que otros vivieron antes que nosotros; nuestros cuerpos son también memoria, a veces doliente, de todo lo que hemos vivido y sufrido en nuestra propia historia. La psicología y el pensamiento, los afectos, todo el mundo interior es también memoria: memoria profunda de lo que hemos vivido, amado y sufrido.

Por eso, conocer a alguien es compartir su vida; describir a una persona es relatar su biografía.

En este tiempo de Cuaresma el pueblo cristiano recuerda su identidad más profunda para reconducir su vida desde las raíces, desde lo que somos verdaderamente. Por eso, las lecturas bíblicas que leeremos cada domingo, sobre todo las del Antiguo Testamento, son un gran relato de la historia de la salvación, desde Adán a los profetas. Los cristianos y toda la humanidad somos fruto de esta historia, llena de belleza y mezquindad.

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LEGALIDAD Y JUSTICIA

El viernes pasado pude participar en unas Jornadas sobre el Holocausto judío, organizadas por el Ateneo de Almagro. La primera conferencia, sobre la Singularidad del Holocausto, nos dejó a todos con una sensación muy grande de tristeza y silencio, ante el drama que todos conocemos, pero al que nunca nos acostumbramos. Una cosa quedó clara: el Holocausto es un genocidio, un crimen contra la humanidad, que posee una singularidad propia, en la que los dirigentes de un pueblo «civilizado» decretaron el exterminio de millones de personas por la sola razón de su raza.

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PASIÓN JOVEN

Daniel, Wilson Maguiber, Luis Fernando, Andrés y Joseph Enrique: cinco jóvenes que vestían una túnica negra, con un corazón prendido en el pecho y una cruz grande sobre el cinturón, como una espada de antiguos caballeros que visten armas nuevas surgidas de Jerusalén hace dos mil años.

El viernes pasado tuve el privilegio de participar en la profesión religiosa de cinco nuevos pasionistas en Daimiel.

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UN PUEBLO PEQUEÑO

Dibujo de cómo sería una Domus ecclesiae del siglo I

Algunos investigadores han estudiado la sociología del cristianismo primitivo. ¿Cuál era la composición de las comunidades cristianas en las ciudades del Imperio romano y del mundo sirio?

Empezaban a ser mayoría paganos, frente a una minoría de proveniencia judía; pero, ¿cuál era su situación social, su nivel económico? ¿Cuál era la edad mayoritaria de los miembros de la Iglesia?

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EL DOMINGO Y LA PALABRA

¿Qué tienen que ver el domingo y la palabra?

En nuestras sociedades occidentales, el domingo es día de descanso; más propicio, por ello, para dedicar el tiempo a leer o a dialogar. Sería una lástima que pasáramos el tiempo libre en soledad, sin escuchar, sin leer, sin comunicarnos, sin dar una oportunidad para las relaciones amistosas a través del gusto de compartir la palabra.

Desde que el cristianismo nació, por otro lado, el domingo es el día en que los cristianos se reúnen para la celebración de la Eucaristía. Desde sus orígenes, desde el mismo día en que Jesús resucitó, la primera parte de esa celebración ha estado marcada por la escucha discipular de la palabra que Jesús resucitado le dirige a su Iglesia.

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