
No sabemos nada de la historia de los vecinos de José, en Nazaret. Es muy poco también lo que nos ha llegado sobre la vida de las familias sacerdotales de Jerusalén. Algo más sabemos de Herodes, que reinaba en Judea como cliente del Imperio romano en su extremo más oriental. También tenemos algunas noticias de Augusto, que empezaba a ser divinizado por todo el Mediterráneo.
Normalmente, se cuentan las historias de los grandes hombres; buenos hombres algunos, cargados de virtudes; otros, en cambio, déspotas de sus propios conciudadanos. Solo pasan a la historia los que han triunfado. Desde antiguo hasta la actualidad, parece que la historia la han construido las personas que han detentado el poder. ¿A quiénes se recordará, de los que vivimos en el presente, en tiempos venideros?
La Navidad, en cambio, viene repleta de historias de personas poco importantes; son relatos de ancianos y personas creyentes que esperaban todo de Dios: Zacarías, Isabel, Ana, Simeón… Por encima de todos, José y su esposa, María: habitantes de una aldea olvidada en el límite sur de las colinas más bajas de Galilea.
La Navidad es la reivindicación de la vida sencilla de las personas olvidadas. Nadie ha escrito sus historias en novelas importantes, nadie ha contado sus esfuerzos, sus pequeños triunfos y sus grandes derrotas. Pero se podría aplicar a ellos la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro: el que recibió bienes en la tierra se queda sin ellos en el futuro; en cambio, Lázaro, olvidado a las puertas de la casa del rico, es reivindicado en las puertas de los cielos.
Creo que así será la justicia de Dios en el Reino que llega: las personas que aquí han sido consideradas importantes quedarán relegadas a un segundo plano; los sencillos, en cambio, mostrarán su olvidada biografía con las letras gloriosas del lenguaje del gran Dios. Los ángeles contarán las historias de las personas anónimas y darán gloria a Dios con sus relatos. Los que han buscado y conseguido la fama, en cambio, tendrán que contentarse con aplaudir a sus hermanos más pequeños.
La Navidad es un adelanto del futuro. José y María, con sus historias sencillas, nos muestran las preferencias de Dios; nosotros, en cambio, aún celebrando la Navidad, no acabamos de comprender estas preferencias y seguimos buscando la fama y el poder.
Nuestras pantallas de hoy nos muestran a los ángeles de este mundo, que se afanan por contar las historias de los poderosos; con ello, dividen la sociedad, llenan de tristeza nuestras vidas y roban la esperanza del mundo.
Necesitamos mensajeros de la Navidad, ángeles de lo pequeño que nos cuenten historias olvidadas, llenas de esfuerzo y bondad, para que podamos recuperar la alegría, para que nuestros jóvenes recuperen la esperanza y la motivación.
Necesitamos hablar entre nosotros de las gentes sencillas que nos rodean. No podemos entrar en el juego de los poderosos, no pueden ser ellos los protagonistas de nuestra vida, los héroes de nuestras historias. Tenemos que contar relatos de lo nuestro, de las gentes buenas que conocemos; necesitamos escuchar sus historias y alimentarnos con la calidad y dignidad de sus vidas.
El Evangelio de la Navidad, la buena noticia que vio nacer el cristianismo, es un programa de vida y de trabajo, un estilo que está llamado a impregnar todo lo humano, todo lo nuestro.
Desde el origen de los tiempos, el ser humano ha contado historias; en torno al fuego, alrededor de una televisión, en un restaurante, en una reunión de amigos. El ser humano construye su vida contando historias. Pero podemos elegir qué historias contar, podemos elegir con qué alimentar nuestra tradición y nuestras relaciones.
Leamos las historias de la Navidad y aprendamos a buscar en qué historias se puede encontrar a Dios entre nosotros.
Manuel Pérez Tendero
Feliz Navidad, Manuel. Cada historia cuenta para Dios. Gracias por tus reflexiones.
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Las historias más sencillas son las más entrañables, las que nos llenan, las que nos invitan al silencio…como la de Nazaret. Gracias por ayudarnos a vivir con ternura estos días. ¡¡ Feliz Navidad!!. Un fuerte abrazo, Manolo.
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Feliz Navidad Manuel, escucho y veo sus audios de Cautivados Por la Palabra
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