¿Qué es preferible, una Iglesia exigente y minoritaria o una Iglesia más laxa y universal? Algunos formulan la pregunta con un matiz diferente: ¿importa la cantidad o la calidad?
Muchos textos del Evangelio manifiestan una exigencia muy fuerte por parte de Jesús; en cambio, otros pasajes apuestan fuertemente por la universalidad y la superación de la mentalidad de creerse los mejores y los elegidos.
Esta dicotomía está en el fondo de muchas discusiones pastorales sobre la administración del sacramento del bautismo y otras cuestiones prácticas de las parroquias. En esas discusiones, suelen aparecer claras dos mentalidades, que no siempre se ponen de acuerdo. ¿Qué pensaría Jesús?
Tal vez, lo primero que tenemos que tener en cuenta es esto mismo: buscar la voluntad de Jesús. Puede suceder que nuestra toma de posición responda a intereses personales no siempre confesados. Las personas rigoristas, por ejemplo, suelen responder a una piscología determinada y a una biografía concreta; lo mismo sucede con los más abiertos y “tolerantes”. No es inhabitual que muchas personas muy rigoristas con algunos temas confiesen, después, que ellos mismos defienden aquello que perseguían. Aquí funciona aquel refrán: “Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces”.
Algunas posturas ideológicas pueden funcionar como un mecanismo de defensa para no afrontar ciertas dificultades interiores de la persona.
El Evangelio de este domingo parece apuntar por la exigencia como clave del discipulado: quien no renuncia a sus bienes, a su familia y a sí mismo, no puede ser discípulo de Jesús. ¿Se puede aplicar esto a todos los discípulos? Recordemos las reflexiones sobre la “puerta estrecha” y la salvación que hacíamos hace unas semanas.
La exigencia es una característica del profeta Jesús. El Evangelio es un reto difícil, imposible para nuestras propias fuerzas. Aquí reside una de las claves de la paradoja del discípulo: sin la gracia no podemos seguir a Jesús; por eso, los más humildes y pequeños son los que más perseveran.
Por otro lado, junto al descubrimiento de la gracia, la exigencia de Jesús nos abre a una perspectiva fundamental: ser discípulo requiere libertad, una decisión firme aunque no estemos capacitados del todo. Jesús no elige a los que están preparados: llama para despertar la libertad de los que han sido elegidos. La voluntad, implicar la propia vida, es fundamental para ser cristianos. Toda la persona, también sus cruces, debe estar implicada en el discipulado. Somos limitados, imperfectos, pero somos libres; la fe no existe sin libertad.
Las exigencias de Jesús en el Evangelio, por otra parte, se dirigen a la gente y, muy especialmente, a los que ya son discípulos suyos; los lectores podemos comprobar las miserias de todos los seguidores, empezando por san Pedro. Si Jesús hubiera sido rigorista no habría elegido a ninguno de los Doce.
Las exigencias de Jesús, por tanto, son un camino; el seguimiento es un proceso que implica toda la vida, hasta el final. La paciencia con los demás y con uno mismo es un componente esencial del cristianismo.
La misión del pastor, por todo ello, no es ante todo aplicar reglas y juzgar sobre la idoneidad de los llamados, sino acompañar procesos, conducir al rebaño, ofrecer metas y ayudar a conseguirlas. Su misión, al final, es dar la vida por ese rebaño, que está formado por personas pecadoras y limitadas como él mismo.
El arte de conjugar la exigencia y la misericordia es la clave del pastor; el arte de conducir al rebaño en nombre de Otro, buscando siempre su voluntad, adecuándose siempre a su estilo, que es “manso y humilde de corazón”.
Doy gracias a Dios por su vida, seguir sus videos y articulos me ha sido de gran ayuda para comprender el gran misterio de Dios, aunque siempre este misterio nos desborda sus enseñanzas calan en mi corazón y me llaman a ser seguidor de Cristo. Dios lo bendiga.
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