LA SED

Hace unos días celebrábamos un Viacrucis cuaresmal por las calles; mientras caminábamos, entre estación y estación, hacíamos silencio y también cantábamos; una canción sonaba especialmente apropiada para aquel pueblo que caminaba en silencio por sus calles: «De noche iremos, de noche, que, para encontrar la fuente, solo la sed nos alumbra, solo la sed nos alumbra». El precioso texto es de san Juan de la Cruz, el gran místico castellano del siglo de Oro.

La paradoja de las imágenes sirve para aumentar la belleza del texto y para darle profundidad: la sed, que pertenece al ámbito de la comida, se aplica a la simbología de la luz. Esta paradoja solo tiene sentido en la dimensión espiritual del ser humano: la sed profunda se convierte en motivación y luz para encontrar el camino que nos lleve a la fuente que pueda saciarnos.

La sed, en este poema, aparece en toda su dimensión positiva: en medio de las noches de la vida, la sed hace posible que encontremos el camino de la fuente, sin perdernos por los oscuros vericuetos de las tinieblas.

San Juan de la Cruz se inspiró en la experiencia humana de la sed y la noche, pero también bebía de la experiencia de los textos bíblicos. En la tradición sapiencial, por ejemplo, la Sabiduría habla de sí misma como comida y bebida que alimentan a la persona. Es más, cuando se come o se bebe de ella, se tiene más hambre y más sed: la experiencia es tan agradable y tan enriquecedora, que la persona se quiere seguir alimentando de la Sabiduría, sin buscar ya ningún sucedáneo.

En el desierto del éxodo, cuando Israel caminaba desde Egipto hacia la Tierra prometida, la sed, en cambio, aparece en toda su crudeza, como experiencia humana de vacío y peligro de muerte que hacen al pueblo quejarse y murmurar contra el mismo Dios. En este caso, la sed también aboca a Dios, pero no de una forma mística y feliz, sino como queja y murmuración. La sed en el camino pone a prueba al pueblo y le hace desear no haber salido de Egipto. La liberación de la esclavitud no parece tan fácil como se imaginaban: la sed del desierto se muestra más dura que la misma esclavitud.

Es importante aceptar y afrontar esta ambivalencia de la experiencia humana de la sed. Se trata de una necesidad que nos hace buscar el agua; esa necesidad se puede experimentar como un motor que motiva nuestra vida y le da tarea, también a nuestra vida espiritual. ¿No es este el gran problema de nuestros jóvenes y de toda la sociedad? ¿No hemos perdido la motivación porque estamos saciados de todo? Solo los necesitados buscan y se esfuerzan.

Pero no podemos olvidar que esta preciosa motivación que la sed nos ofrece es fruto de una necesidad, de una limitación humana: necesitamos buscar fuera lo que nos sacia, lo que nos da la vida y nos hace plenos. El ser humano no se basta a sí mismo, ni en el ámbito material ni en la dimensión espiritual. Por eso, a menudo, la sed aparece en toda su vertiente trágica: como peligro de muerte, como un problema que nosotros no podemos solucionar. 

En el diálogo de Jesús con la samaritana, en torno a un pozo, de nuevo con el tema de la sed, nos encontramos algo nuevo: la mujer tiene cubo y va a sacar agua del pozo; allí se encuentra con Jesús que le pide de beber. Dios, que le dio agua a Israel en el desierto, aparece ahora en la figura de Jesús como el sediento que pide de beber. Aquel que podía saciar nuestra sed se hace ahora mendigo de nuestras propias fuentes: ¿cómo pedirle a él el agua en medio del desierto?

La escena del pozo en Samaría, al mediodía, es la misma que la escena del Calvario, también al mediodía. Aquel que tiene que salvarnos y ayudar nuestras flaquezas se muestra ahora impotente, necesitado de agua y de vida, a punto de morir.

¿Quién saciará, entonces, nuestra sed? ¿Quién sanará nuestras flaquezas? ¿Quién nos dará la vida si el Todopoderoso se deja matar, impotente?

Ha comenzado algo nuevo: Dios no es solo fuente, sino sediento compañero de camino; él ha venido a experimentar nuestra sed y a regalarnos la experiencia de una nueva sed, que se sacia en la noche, en la pequeñez, en la derrota.

Estamos de camino a la Semana Santa: aprendemos los caminos de Dios, que culminan en la cruz de su Mesías.

Una respuesta a “LA SED

  1. Rosa Porras Canarena 12 de marzo de 2023 / 9:31 am

    Maravilloso texto!!
    La sed en la búsqueda….una sed insciable; una sed tan desoladora como el «la noche oscura del alma!!
    Una sed de soledad y desolación como en «la noche oscura del alma» de mi amado San Juan de la Cruz, cuyas palabras y anhelos me acompañan tantas veces….
    Gracias

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